Licda. Rosemile Ramsbottom Valverde, Vicerrectoria de Investigación, Gestora de Proyectos
¿Por qué celebrar el Día Intencional de la Mujer? Quizá por nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras hijas, o para que no sea en vano la historia de aquel 8 de marzo 1908 en una fábrica textil en Nueva York, Estados Unidos de América (EEUU), donde murieron quemadas 129 obreras encerradas.
¿Cuál fue su delito? Decretar una huelga en protesta por los bajos salarios y las condiciones laborales de explotación a las que eran sometidas.
Como bien plantea la activista política Iraní, Shirin Ebadi, “Las mujeres constituyen la mitad de la población en todos los países; apartarlas y excluirlas de la participación en la vida política, social económica y cultural significaría de hecho privar a la población de cualquier comunidad de la mitad de sus capacidades”
Hay grandes avances desde el tema jurídico y el discurso político en el mundo occidental. Las mujeres ostentan derechos civiles, políticos, sociales y culturales; sin embargo hoy muchos años después, las obreras en EEUU reciben menor salario que los hombres por hacer el mismo trabajo.
La lucha por la opresión en el mundo musulmán fundamentalista está vigente. Las mujeres viven ahí en un régimen de horror, sujetas a la más atroz discriminación y violencia sexual.
Pero qué sucede en nuestro contexto más inmediato, en nuestro país. Muy a pesar de los derechos adquiridos a base de muchos años de lucha y al compromiso de incansables mujeres que han dado la batalla desde los diferentes campos, en las letras, el arte y la política; continúan agravándose las situaciones de violencia doméstica y agresión sexual contra niños y niñas.
Debemos levantar la voz y unirnos todos hombres y mujeres contra la violencia que sufren las mujeres y niños (as) en nuestro país. Denunciemos, alcemos la voz con firmeza, reaccionemos con decisión, la indignación, no sólo debe quedarse en discutir el tema.
A diario vemos y escuchamos como en nuestra sociedad mueren asesinadas por sus parejas niñas violadas por sus propios padres o abuelos y no se vislumbra una solución. Lejos de erradicar las diversas manifestaciones de violencia, estas se acentúan y se agravan.
Por eso la lucha no ha terminado, y no solo es celebrar cada 8 de marzo, este acontecimiento histórico que sucedió en esa fábrica en Nueva York, es luchando y manifestando en nuestros sitios de trabajo, en nuestra comunidad, en nuestro quehacer cotidiano, el repudio total a la violencia contra las mujeres y la violación a sus derechos fundamentales de igualdad y equidad.
Si la mujeres, que conformamos esa mitad de población de todos los pueblos, no estamos seguras, no habrá paz en nuestros países, en nuestros hogares.
Todos unidos hombres y mujeres, debemos luchar con valor en las diversas tribunas y lugares por un cambio para que la violencia, en sus diferentes manifestaciones, sea erradicada.
Ninguna mujer debe morir en manos de sus parejas y las niñas y niños deben sentirse seguros, amados y respetados; de esto depende en gran medida el futuro y la paz de nuestro país.