“Sin historia, la ciencia es miope; sin filosofía, la ciencia es inconsistente…”Los dos postulados conclusivos saltan como chispas de su libro “Ciencia y tecnología en el subdesarrollo.”
Para el Dr. Luis Camacho, el desarrollo no siempre se expresa como sinónimo de acumulación de riqueza. El filósofo compartió sus reflexiones en la actividad “Café con Ideas”, organizado por el CONICIT.
Ambos orientan para descubrir el genio del Dr. Luis Camacho Naranjo, filósofo e historiador de la ciencia, quien hoy desde el retiro académico, llama la atención sobre las oportunidades y los riesgos que enfrenta Costa Rica en su aspiración de lograr el desarrollo económico y social.
El Dr. Camacho, ex-profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, fue el charlista invitado en la segunda sesión de “CAFÉ con IDEAS”, un conversatorio organizado por el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) para discutir sobre el futuro de la ciencia y la tecnología local y el desarrollo institucional.
Su visión analítica sobre las teorías y modelos formulados en torno al concepto “desarrollo” derivan en precisiones, formuladas casi como advertencias: “Repetir en los países subdesarrollados la investigación en ciencias básicas que tanto dinero ha costado en los países desarrollados sería simplemente una locura.”
El Dr. Camacho considera que sociedades como la nuestra deben replantearse la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo, en función de los objetivos que como sociedad nos propongamos conseguir.
Desde esta perspectiva, el crecimiento económico solo tiene sentido cuando tiende al bienestar de las personas; nunca como un fin en sí mismo. Igual criterio debiera regir en ciencia y tecnología.
La compleja ecuación del desarrollo no siempre se expresa como sinónimo de acumulación de riqueza; hay sociedades adineradas, como las petroleras, con bajos indicadores en ciencia y tecnología.
Si bien en la historia de la humanidad ha habido una relación de continuidad entre “ciencia” y “conocimiento ordinario”, los saltos generados por el avance de la investigación científica y el desarrollo tecnológico han abierto brechas gigantescas al punto de crear una generación de analfabetos científico-técnicos.
Aunque pareciera existir un mayor el dominio ciudadano de teorías y hallazgos científicos, y en el lenguaje cotidiano se cuelan conceptos como molécula, célula, ADN, hidrógeno, radiactividad, placas tectónicas, fallas geológicas, virus, bacterias, etc, lo cierto es que hay un abismo entre lo que se comprende y lo que realmente representan los descubrimientos.
Según el Dr. Camacho, cada vez se hace más difícil tener las bases y los fundamentos para poder explicar algo, comprenderlo.
La ciencia surgió vinculada al poder y al Estado; curiosamente, comenta el filósofo, se da tanto en Babilonia como en los Mayas en América, con una estrecha relación con la casta sacerdotal.
Por esto, no es de extrañar que las predicciones de los eclipses lunares dieran legitimidad a los monarcas o reyes, y se les arropara con rasgos de divinidad.
La relación ciencia y Estado subsiste hasta nuestros días, ahora concebida como una herramienta para buscar el desarrollo económico y el cambio social; múltiples modelos teóricos pretenden describir cómo se da esta relación en las sociedades modernas.
Lo claro es que, en el largo plazo, ningún país se desarrolla sin ciencia y tecnología de manera sostenible; desde luego, profundiza el Dr. Camacho, si bien en todos los modelos se necesita ciencia, no es de la misma manera.
Sus precisiones teóricas derivan del análisis del modelo de “crecimiento económico” de Walt Rostow, de la propuesta de “crecimiento equitativo” de Samir Amín; la formulación de un concepto de “desarrollo asociado a la satisfacción de necesidades básicas” de Paul Streeten; el concepto de “desarrollo sostenible” planeado por el Informe Brundtland; o la “teoría de las capacidades de los individuos” de Amartya Sen, solo para mencionar algunos.
En 1972, justo con el surgimiento de los llamados organismos de ciencia y tecnología (ONCYTS), como el CONICIT de Costa Rica, Ernesto Sábato describió cómo el desarrollo de la ciencia en América Latina surge de la relación triangular entre el sector público (Gobierno y Estado), universidades y el sector productivo, generalmente privado.
Dos años antes, este investigador escribió un artículo que también dibujaría la suerte de los ONCYts en la región, al proponer un esquema de tres etapas: la primera, de “luna de miel,” en donde la gente espera que de la noche a la mañana se dé el milagro de la ciencia y la tecnología; al no darse esta situación se llega al “divorcio” que se concreta en las crisis y reformulaciones; finalmente, se llega a la etapa de madurez, en donde los países valoran las prioridades según la disponibilidad de los recursos, humanos, financieros y de infraestructura.
La visión del Dr. Camacho es patente en su libro “La ciencia en su historia”, publicado por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y que recibió el premio Áncora 2015.
Casi tres centurias atrás, en 1719, el gobernador Diego de la Haya, describía a la provincia de Costa Rica “sin barbero, cirujano ni botica”.
̶ Me gusta esa frase porque a partir de eso cualquier cosa es ganancia…
En tono jocoso recuerda el filósofo que los barberos estuvieron en peligro de extinción hasta hace poco; pero ya están de vuelta y es fácil encontrarlos en los barrios. Cirujanos los hay muy muchos en país, algunos muy buenos. Y aunque ya no hay boticas, sí existen farmacias que pululan por doquier.
̶ Las noticias de los últimos meses es que se han abierto hasta 62 farmacias; ¿cómo sobreviven? No lo sé.
No fue hasta 1844, con la inauguración de la Universidad de Santo Tomás, con la famosa frase del Dr. José María Castro Madriz, que se habla de la importancia del conocimiento científico para Costa Rica. Sus palabras se han vuelto lugar común en los discursos políticos, a saber:
“Triste del país que no toma a las ciencias por guía en sus empresas y trabajos. Se quedará postergado, vendrá a ser tributario de los demás y su ruina será infalible, porque en la situación actual de las sociedades modernas, la que emplea más sagacidad y saber, debe obtener ventajas sobre las otras.”
Según comenta el Dr. Camacho, se debe esperar hasta finales del siglo XIX con el dictado de la Ley General de Educación y la importación de científicos para fortalecer la enseñanza para ver surgir los verdaderos cimientos de una ciencia local. Entre las figuras que llegaron al país destaca el naturalista Henry Pittier.
Las capacidades científicas del país se empiezan a consolidar a partir de la creación del CONICIT en 1972; desde entonces han pasado 45 años, y el modelo de promoción de nuestro desarrollo científico ha estado marcado por altos y bajos, especialmente caracterizado por una baja inversión en investigación científica (0,58% del PIB, según informe de indicadores del 2014).
Aun así, autores citados por el Dr. Camacho, como el Dr. Aaron Segal, en su libro Learning by Doing; Science and Technology in the Developing World (1987), destaca a Costa Rica entre todas las sociedades más pequeñas de la región latinoamericana por su compromiso con la implementación de una política científica, al definir prioridades en temáticas como la ecología tropical, agricultura, ciencias forestales.
En octubre del 2013, en un artículo que pasó desapercibido, la revista Scientific American describe a Uganda y a Costa Rica como países triunfadores en innovación científica dentro del grupo de naciones de bajos ingresos.
̶Esto puede ser un tanto engañoso porque tenemos una serie de empresas trasnacionales instaladas con muy poca conexión con el resto de las instituciones del país, comenta el Dr. Camacho.
El artículo posiciona a Costa Rica en términos de ingresos en la mitad de la tabla; lo mismo sucede en el campo del científico, incluso, sobre países como Brasil.
En contraste, en el informe “Estado de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (2014)”, del Programa Estado de la Nación dibuja un panorama muy crítico del país, especialmente en campos como las competencias de los jóvenes, la producción científica de nuestros investigadores (as) y definición de prioridades en esta materia.
Para el Dr. Camacho, el informe es un tanto pesimista y algunos de los temas tratados podrían considerarse un tanto triviales como poner énfasis en el régimen salarial, los estímulos y premios hacia esta comunidad.
En su opinión hay que vigilar para que no se forme una “casta” de científicos, con altos costos para la sociedad y con pobres resultados.
El Dr. Camacho muestra a los funcionarios (as) del CONICIT algunos instrumentos para ilustrar fenómenos físicos.